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10 ―No —dijo el rey—. Si el Señor le ha permitido que me maldiga, ¿quién soy yo para oponerme? 11 Mi propio hijo está tratando de matarme, y este benjaminita solamente me maldice. Déjenlo tranquilo, porque sin duda el Señor le ha dicho que lo haga. 12 Quizá el Señor tenga en cuenta mi profundo dolor, y en vez de maldiciones envíe bendiciones sobre mí.

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